Piezas del Museu Comarcal de l’Horta Sud Josep Ferrís March

Pupitre

Género y educación

El acceso a la educación formal en la comarca de l’Horta se desarrolló de manera paulatina, limitada y desigual. El modelo escolar configurado por el Estado mediante la legislación que regulará la enseñanza entre 1860 y 1940, se corresponde a una sociedad patriarcal, basada en una interpretación de las diferencias entre hombres y mujeres, desfavorable a las segundas. La formación estaba orientada a la consolidación de la división sexual del trabajo: se planificó una enseñanza en escuelas separadas y el currículo femenino atendía fundamentalmente a cuestiones domésticas. La Ley Moyano de 1857 contempla las siguientes “Labores propias de su sexo. Elementos del dibujo aplicado a las mismas labores. Ligeras nociones de Higiene doméstica”. Los ligeros avances producidos en la etapa republicana hacia la coeducación, sufrieron un retroceso en la escuela del nacional-catolicismo, que, asigna a la mujer un rol de esposa y madre dentro del ámbito doméstico

Escoba (granera)

División sexual del trabajo

La escoba representa claramente la division sexual del trabajo propia de nuestra cultura tradicional, basada en las dualidades hombre/mujer produccion/reproduccion, espacio publico/domestico. En nuestro imaginario aparece vinculada a la mujer y al ambito domestico, pero el oficio relacionado con su produccion y distribucion era desempenado por hombres.

Las tareas divididas por genero es un hecho común en todas las culturas. A principios del siglo XX, hombre y mujer tenían responsabilidades diferentes en la reproduccion de la familia. El hombre debía aportar el “producto” de su “trabajo”, mientras que la mujer era la “reproductora”, con las obligaciones de procrear, crianza-educacion, procesamiento de alimentos y bienestar en el hogar. Esto no significa que las mujeres no realizasen actividades “productivas”, especialmente entre las clases populares de l’Horta, sin embargo, en la practica, la consideracion de las aportaciones en funcion del genero estuvo marcada por una valoracion desigual.

Cuna

Maternidad / Paternidad

A lo largo del siglo XIX se conformó el concepto burgués de familia nuclear, que potencia los vínculos afectivos entre progenitores y su descendencia y enfoca la paternidad/maternidad hacia la educación y socialización de los hijos. La mujer cobra especial importancia en la crianza y educación, idealizando su imagen de madre, mientras que el padre es ejemplo moral y quien presta atención a la instrucción de los hijos, especialmente los varones. Fundamentalmente afectó a las capas altas de la sociedad, pero poco a poco se fue extendiendo al resto de la sociedad. En las clases populares, la necesidad de aportar al sostén familiar ralentizó el acceso a la educación. En cualquier caso, si bien la madre era la encargada de la crianza, el control de todos los miembros de la familia recaía en el padre, que ejercía legalmente la patria potestad sobre los hijos y la tutela legal sobre su esposa.

Máquina de coser zapatos

División sexual del trabajo

En Torrent, a mediados de siglo veinte se desarrolló una industria zapatera que empleaba mujeres a domicilio. Las piezas de piel que compondrían los zapatos eran troqueladas en la fábrica por operarios masculinos y distribuidas entre las “aparadoras”, mujeres que trabajaban en su casa o en la de otra cosiendo las piezas en máquinas como estas. Era un trabajo a destajo, cobraban por pieza realizada. Generalmente las jóvenes aprendían en casa de una mujer experta que las empleaba durante un tiempo. Una vez formadas, conseguían su propia máquina, bien pagando a plazos o adquiriéndola de segunda mano, y se emancipaban. Este trabajo realizado en el hogar no estaba legalmente reconocido y, como otros realizados por mujeres, tenía la consideración de “ayuda” a la economía familiar. Trabajar a domicilio permitía a las mujeres ocuparse de las tareas consideradas como propias de su género (mantenimiento del hogar, crianza de los hijos…).

Máquina de hacer embutido, marca Elma, modelo 22

División sexual del trabajo

Las actividades productivas de las mujeres en la sociedad tradicional han sido esenciales para el mantenimiento y reproducción de la unidad familiar. Ligadas al ámbito doméstico, la conservación y procesamiento de los alimentos, la confección de ropa, el abastecimiento de agua, leña, el mantenimiento del fuego, el cuidado de los animales domésticos, la comercialización de excedentes, el cuidado de enfermos y ancianos, la crianza de los hijos, la sanación, la limpieza y adecuación del espacio doméstico, son tareas imprescindibles para la supervivencia, sin embargo, al ser consideradas como propias de su “naturaleza”, se les ha negado la definición de trabajo. La mujer era valorada por sus capacidades para realizar estas tareas, considerándolas como virtudes, pero se les negaba el reconocimiento como trabajo, invisibilizando sus aportaciones.

Carta de dote de Carmen Mora Mas y capital de Pascual Vilarroya Andreu

Género y ciclo vital: matrimonio
Género y propiedad

En la cultura tradicional, el matrimonio estaba subordinado a los intereses familiares. Se procuraba arreglar el enlace entre familias de la misma clase social o vecindario. La mujer pasaba de la tutela del padre a la del esposo. La era lo que aportaba la mujer al casamiento,
salía generalmente de los bienes gananciales de los padres, su valor suponía para ella la diferencia entre un “buen” y un “mal” casamiento. Aunque el marido quedaba como administrador y gestor de estos bienes, estos pertenecían a la esposa, pudiéndolos recuperar en caso de disolución del matrimonio o viudez. La normativa legal y la aplicación de la misma es un claro reflejo de una sociedad patriarcal donde el papel de la mujer queda relegado a un plano secundario. El desarrollo de la propiedad privada junto al desarrollo del derecho hereditario materno ha supuesto a lo largo de la historia la consagración del hombre como figura de cabeza de familia y la subordinación de la mujer a él. De esta manera, el hombre queda enmarcado en el rol de propietario y gestor de los bienes, teniendo la responsabilidad de los mismos; mientras que la mujer queda relegada a un rol que no le permite acceder a casi ningún bien, lo cual le impide ser autónoma y le encamina hacia una vida de dependencia.

Lavadero

División sexual del trabajo.

Las labores de limpieza y conservación de la ropa han recaído tradicionalmente sobre las mujeres. La colada podía hacerse en casa en lavaderos como éste o bien en barreños, lebrillos u otros recipientes, o también al exterior, en ríos, balsas, acequias o lavaderos. En las familias “pudientes”, las tareas relacionadas con la colada recaían sobre sirvientas o se recurría a lavanderas profesionales. El duro oficio de lavandera se desarrolló especialmente en medio urbano. Recogían la ropa sucia de diversas familias y la devolvían limpia unos días después. La introducción de la lavadora eléctrica en las viviendas fue vista como una auténtica revolución en el trabajo doméstico asignado a las mujeres. Hoy en día todavía lastramos en nuestra sociedad que las mujeres sean las encargadas de la mayor parte de las tareas del hogar, dedicándoles de media las mujeres españolas del doble al triple de horas que los hombres. En este marco y desgraciadamente, una parte de la publicidad de productos de limpieza continúa teniendo como protagonistas prioritarias a las mujeres, perpetuando los roles de género heredados.

Aparato de radio

Género y comunicación

En los primeros años de la radiodifusión surgieron nuevos puestos de trabajo en las emisoras a los que se incorporaron tanto hombres como mujeres. Los puestos técnicos y directivos fueron desempeñados por hombres y las mujeres accedieron a tareas administrativas, como telefonistas, secretarias o traductoras. Inmediatamente se vio la necesidad de incorporar locutoras, dado que una buena parte de la audiencia era femenina. Por otra parte, si bien no había diferencias salariales por género, sino por categoría laboral, los hombres generalmente compaginaban la locución con otros trabajos, mientras que para las mujeres se trataba de una ocupación a tiempo completo. Con María Cinta Balagué, locutora de Radio Barcelona, surgieron los primeros programas femeninos y se dio paso a las oyentes, que, además de salir en antena, aportaron contenidos. Los contenidos de estos primeros programas fueron de carácter cultural y educativo, pero pronto se incorporaron secciones prácticas y se configuró el formato de los actuales magazines.

Caballo de juguete

Infancia y género

A partir del siglo XIX, se enfoca la educación de los niños como un aprendizaje de los roles de los adultos, y el juguete claramente servirá para este propósito, de manera que niños y niñas tendrán repertorios diferenciados en función de su género. Mientras que la infancia del niño se concibe como el campo de entrenamiento para la masculinidad adulta, la niña se prepara para ser madre y esposa a través de su muñeca, con la que aprendía a jugar inventando historias maternales. Para las niñas, las muñecas representaban la más pura esencia de la condición femenina, convirtiendo la maternidad y el trabajo doméstico en un juego, en contraposición con la acción y la violencia más propias de los juegos de niños, destinados a ser proveedores y a desenvolverse en el espacio público.

Cuadro de la Vírgen con el Niño

Infancia y género

La Virgen con el Niño, firmada por un artista finisecular austríaco, ejemplifica el amplísimo alcance de los cambios en el discurso religioso sobre el género. La época estuvo marcada por el fenómeno de la feminización de la religión, caracterizada por el predominio de las mujeres en la práctica del culto, a la vez que la propia espiritualidad empezó a ser asociada con las características atribuidas a una supuesta naturaleza femenina (entre ellas sentimentalismo y dulzura). En España, el ideal neocatólico de feminidad se consolidó compitiendo con otras propuestas, como el liberalismo burgués o el feminismo laico. Deseosa de conservar la fidelidad de las mujeres, la Iglesia fue concediéndoles un limitado acceso a la esfera pública, siempre en su calidad de madres y educadoras morales. Hacia finales del siglo, el modelo del catolicismo social se acercó a la práctica política más conservadora, sin dejar de perpetuar la domesticidad.

Catrecillo

Infancia y género

La silla plegable utilizada para ir a misa testimonia la domesticación del espacio público en las primeras décadas del XX, cuando las mujeres accedieron al activismo social, sin abandonar su rol de género. El entresiglo ya contaba con una movilización de las mujeres, llamadas para recristianizar la sociedad a través de la beneficencia y la enseñanza de las niñas. El XX heredó también el intento carlista de politizar a las mujeres bajo lemas patrióticos. El siguiente periodo de movimientos revolucionarios y feminismos de izquierdas propició la profesionalización de las prácticas católicas femeninas, alineadas con la derecha. Este proceso culminó con la creación de la Sección Femenina de la Falange, heredera de un modelo de género profundamente tradicional, basado en la abnegación y la renuncia al placer. Así la clausura femenina en el jerarquizado espacio doméstico acabó siendo reforzada por los mismos marcos culturales que habían pactado su intervención en la esfera masculina.